domingo, 6 de noviembre de 2011

Suenan colores...

De todos los colores hay en este mundo intercultural que Dios no ha dado para malmeter un día sí y otro también.

Si el negro y los tostados serían los colores de África, si el negro y el azul blues son los de los clubes de Jazz norteamericanos, si los contrastes cromáticos acompañan al flamenco, y si los luminosos y chillones van asociados al pop, añado los grises lluviosos y los suntuosos morados de los brocados, tapicerías y ropajes de los palacios de las antiguas realezas centroeuropeas.
De allí nos vinieron, continuando su periplo, pueblos errantes, diásporas tan dispares como las de los judíos y la de los gitanos. Los primeros desde Oriente Medio, y los segundos, desde un poco más allá.
Polonia, Alemania, Hungría, Rumanía, Rusia...
Unos y otros dejaron su huella cultural y musical, e incorporaron las que hallaban por donde pasaban o se establecían. La música klezmer, indispensable en las celebraciones judías, es el ejemplo más evidente. Nacida en la Edad Media, aúna espiritualidad y sentido lúdico.

Actualmente, la mezcla es difícil de rastrear: hijos de gitanos con afroeuropeos, que se van a vivir a paises anglosajones, y han crecido con el pop, el soul, el jazz, el reggae, el rock...
Desde el estilo manouche de Django Reindhart, uno de los grandes del jazz, hasta los jóvenes Ayo o Wanlov, pasando por los polacos Kroke, especialistas en añadir algo de jazz a la música klezmer.
La música de los Balcanes se populariza, mientras que en el Mediterráneo, las mujeres recogen la fusión de la historia entre sus pentagramas: Elephteria Arvanitaki, la zaragozana Carmen Paris o la afromallorquina flamenca Concha Buika ponen de manifiesto que en realidad no hay barreras. y que los colores son infinitos en matices.

Y para muestra, tres botones: Buika interpretando el mismo tema en tres versiones, todas ellas reflejo de lo dicho anteriormente. No podía dejar fuera ninguno de los tres, así que...



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